Comentario No. 044
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Fecha: 1555, 13 de agosto – 1556, 30 de mayo. Ciudad de Santo Domingo.
Tema: Una nao portuguesa arribó al puerto de Santo Domingo, La Española, con un cargamento de africanos negros esclavizados pero sin licencia española de navegación; estos fueron confiscados por las autoridades coloniales locales, vendidos en una subasta pública en Santo Domingo, y comprados por residentes de la ciudad de diversos sectores sociales.
Fuente: Archivo General de Indias, Justicia 103-A, Colección de Documentos Coloniales Dominicanos del CUNY DSI
El contrabando de mercancías manufacturadas europeas y africanos negros esclavizados hacia La Española se convirtió en una práctica crecientemente frecuente durante la segunda mitad del siglo dieciséis, alimentada y justificada por la escasez local de artículos metropolitanos y mercancías necesarias para los colonos, una escasez que era consecuencia del número decreciente de barcos mercantes procedentes de España, o que llevaban licencias de navegación de España, y que visitaban La Española o se detenían en ella en su viaje transatlántico hacia, o desde, las otras colonias más ricas o militarmente más seguras de España en Amña en América.
La llegada de embarcaciones mercantiles no-españolas deseosas de hacer contrabando con los residentes de La Española, especialmente con aquellos que vivían en las zonas costeras del noroeste, el oeste y el suroeste de la isla más distantes de la Ciudad de Santo Domingo, continuó relativamente ininterrumpida por las autoridades coloniales españolas durante este periodo debido a que el relativamente pequeño personal del gobierno basado en la ciudad capital-puerto no tenía los recursos militares para vigilar y controlar efectivamente las costas comparativamente extensas de la colonia entera.
Como consecuencia de la escasez de artículos de consumo y del amplio y muy conocido contrabando hecho por embarcaciones extranjeras que llegaban, cuando un barco no-español arribaba a la colonia y era capturado por las autoridades de la Ciudad de Santo Domingo, la tripulación visitante se enfrentaba a una población de la ciudad hambrienta de artículos europeas y a unas autoridades deseosas de aplicar las leyes del monopolio colonial y de castigar con la confiscación a los sospechosos de ser contrabandistas.
Eso fue lo que le ocurrió al navío portugués San Antonio que en 1555 apareció en el puerto de Santo Domingo alegando que se había desviado de su ruta desde Cabo Verde a Portugal debido a serios daños en su casco que supuestamente le habían obligado a buscar el puerto más cercano para poder realizar reparaciones imprescindibles y que, a la vez, consintiera a la embarcación continuar su viaje a Portugal. Las autoridades coloniales de Santo Domingo no aceptaron el argumento y confiscaron el cargamento del barco, incluyendo varias docenas de africanos negros esclavizados, hombres y mujeres de distintas edades que luego fueron vendidos a los residentes, afanados por adquirir nuevos esclavos.
Si fuésemos a juzgar por la evidencia sobre este barco en particular confiscado en Santo Domingo y por sus habitantes, para aquellos depositados en el interior de las embarcaciones como mercancías del comercio esclavista transatlántico, el viaje debió ser no solo físicamente destructivo sino también acompañado de una constante incertidumbre respecto a dónde y cómo acabaría.
En una colonia como La Española donde, durante el siglo dieciséis, las autoridades coloniales se quejaban cada vez más de no recibir suficientes barcos mercantes que trajeran de España los bienes manufacturados necesarios para la población, una de las mercancías que parecen haber estado en constante demanda eran los negros esclavizados con los cuales sostener la forma de vida, basada en la mano de obra servil, que los colonos y sus descendientes habían establecido en la isla-colonia.
Los documentos de la subasta hecha en la Ciudad de Santo Domingo en 1555 de los esclavos confiscados al barco San Antonio, que había llegado a La Española sin la licencia obligatoria expedida por la Corona o gobierno de España, nos dan la oportunidad de observar los tipos de africanos negros que en ese momento estaban siendo engullidos por el tráfico esclavista, las condiciones físicas corporales en que llegaban después de cruzar el Atlántico, y la categoría sociales de los individuos que los compraban en la capital de esta colonia, así como el precio en que cada uno de ellos era vendido.
Una mujer negra esclavizada “criolla” de “color de membrillo cocho” de edad indeterminada y sin marcas de hierro en el cuerpo, se vendió por 203 pesos, pagaderos de inmediato, a un residente muy conocido del Santo Domingo de entonces. Una mujer esclavizada del mismo color y “vieja” y marcada con una “f” en el brazo izquierdo se vendió por 250 pesos fiada, a pagar en tres meses. Y una niña pequeña descrita como “sarnosa y tiñosa y chequita” fue vendida y comprada por un sastre local en 200 pesos de oro pagados “de contado”. La subasta duró varios días, aplicándose la misma variedad de periodos de pago, algunos esclavos pagados al contado y otros a crédito.